
Mi intención era bajar la cara norte de esta montaña. Ahí hay unos buenos 851 metros de desnivel, con una buena canal y sus buenas pendientes. A estas alturas del año es común el proceso diario de deshielo-rehielo y por ello decidí empezar a subir tarde. Empecé a caminar a las 13:30 pero la dureza de la nieve en algunos lugares expuestos de la cara Norte me hizo cambiar de planes. Por seguridad decidí bajar por la cara Sur, donde la nieve húmeda y blanda estaba garantizada. Ello tuvo varias consecuencias. La primera fue que no vi la necesidad de santiguarme allí arriba: bastó con un par de respiraciones profundas. La segunda fue que el descenso fue más corto de lo que había previsto: me tuve que conformar con un desnivel de unos 600 o 700 metros. La tercera fue la más dolorosa, ya que el camino de vuelta con la tabla a la espalda fue más largo de la cuenta: en lugar de los 3 kilómetros que había previsto por un cómodo sendero tuve que hacer más de 6 kilómetros atravesando zonas de espesa vegetación (la guinda perfecta para un Domingo antes de chuparme una buena kilometrada hasta Madrid).
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